ctualmente, al pensar en los cuentos, a todos se nos
viene la imagen del ni駉 a la cabeza, y es que
hoy en d韆 el ni駉 es el destinatario
predilecto del cuento. Pero esto no siempre ha
sido as? En el pasado, el cuento no siempre se
dirigi?a un p鷅lico infantil, sino que, por
el contrario, durante siglos fue una forma de
entretenimiento que involucraba a toda la
comunidad, sin distingos edad. Fue a partir del
siglo XVII cuando se empieza a concebir al ni駉
como destinatario del cuento, porque es a partir
de este momento cuando se considera la infancia
como un estadio separado de los adultos; antes
no hab韆 sido as? El ni駉 se convierte en
destinatario con todo derecho de los cuentos a
partir del siglo XIX. Esto significa que, hasta
tiempos bastante recientes, el adulto fue, si no
el 鷑ico, por lo menos uno de los destinatarios
m醩 adecuados para este g閚ero narrativo.
Eje cronol骻ico de la destinaci髇 del cuento
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Charles
Perrault (1628-1703) |
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El hecho de que las modernas colecciones se dirijan
abiertamente a un p鷅lico infantil permite
suponer que el desplazamiento de destinaci髇,
iniciados a finales del siglo XVII con Perrault,
ha llegado ahora a su l骻ica conclusi髇.
Los cuentos actuales fueron relegados a las zonas de uso
secundario, destinadas a los m醩 peque駉s y
abandonadas por los adultos. Una confirmaci髇
de este cambio se encuentra en los textos
mismos: las modernas colecciones de cuentos
populares se adecuan a las presuntas exigencias
de los lectores infantiles, o sea, a la imagen
(m醩 o menos fiel) que el narrador adulto tiene
de los ni駉s. As? el lenguaje de los cuentos
se adapta a la capacidad lingstica de los
lectores previstos, y entran adem醩 m鷏tiples
consideraciones de orden pedag骻icos
encaminadas a hacer que los cuentos coincidan
con los c醤ones educativos generalmente
aceptados.
A pesar del hecho de que nuestra sociedad haya definido
el cuento como un g閚ero narrativo de uso
exclusivo de la infancia, hay quien sostiene que
tal decisi髇 no es m醩 que el fruto de un
equ韛oco, de un 揳ccidente hist髍ico?
Seg鷑 Tolkien, no hay ning鷑 motivo particular
por el que los adultos deban abandonar el
cuento, sobre todo porque cualquier arte o
ciencia, si queda relegado exclusivamente al
醡bito de los ni駉s, se deteriora gravemente,
y, a veces, irremediablemente. Los efectos
negativos de la conexi髇, absolutamente
arbitraria, que la sociedad occidental moderna
ha establecido entre la infancia y el cuento son
evidentes: los modernos adaptadores, guiados por
una imagen completamente ilusoria de la
infancia, vac韆n los antiguos relatos de sus
contenidos originarios, edulcor醤dolos y
expurg醤dolos para hacerlos inocuos.
Uno de los presupuestos impl韈itos en la base de muchas
adaptaciones para ni駉s es que 閟tos posean
una 搃ncorrupta credulidad, un fresco apetito
por las maravillas?(Lang, 1889). De este
modo, se sobreentiende que el narrador adulto
debe jugar con la escasa experiencia en vida del
ni駉 para venderle la ficci髇 de los cuentos
como realidad. Tolkien se opone dr醩ticamente y
rechaza el presupuesto seg鷑 el cual el ni駉
ser韆 incapaz de distinguir el mundo ficticio
del cuento del mundo de la experiencia
cotidiana. Para usar adecuadamente el cuento,
Tolkien afirma que es indispensable entrar con
la propia mente en el mundo secundario evocado
por el narrador y, mientras se est?dentro de
閘, creer en su verdad. El destinatario no
tiene que creer que las cosas contadas se pueden
encontrar en el mundo de la experiencia
primaria. 蓅te es el equ韛oco en el que caen
los que consideran que los ni駉s, en virtud de
su ingenuidad y de su presunta incapacidad para
distinguir entre realidad y ficci髇, son los
鷑icos posibles destinatarios de los cuantos en
nuestros d韆s.
Sin embargo, las argumentaciones adoptadas por Tolkien
para negar que el ni駉 se haya convertido en el
destinatario privilegiado del g閚ero de los
cuentos, en cierto sentido se le vuelven en
contra: el cuento exige que el destinatario crea
en lo que 閘 cuenta, por m醩 inveros韒il que
pueda parecer valorado desde el punto de vista
del mundo real (閟te es precisamente el punto
fundamental: no hay que valorar el mundo de los
cuentos a partir de criterios tomados de la
experiencia primaria). En otras palabras,
mientras el destinatario se encuentra sumergido
en el marco del cuento, jam醩 debe sorprenderse
frente a
los animales que hablan, a los auxiliadores
m醙icos, a los antagonistas ultraterrenales y a
todos los elementos recurrentes en el cuento
pero que no se pueden encontrar en el 醡bito de
la vida real. As? en el momento en que se
manifiesta la incredulidad, el encantamiento se
rompe y el destinatario se ve nuevamente
catapultado 揳l mundo primario?
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J.
R. R. Tolkien (1892-1990) |
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No obstante, para el adulto actual resulta dif韈il
sumergirse en el mundo del cuento eliminando
toda huella de duda, o sea, abandonando
temporalmente todo el sistema conceptual que
subyace a su experiencia del mundo real. Pero,
seg鷑 Tolkien, para entrar en el mundo del
cuento, no hay que esforzarse en creer, hay que
creer y basta. A los ni駉s, esta operaci髇 les
sale bien, y, por esto, el cuento se ha
convertido en un dominio privilegiado de la
infancia.
El destinatario infantil
Esta argumentaci髇 se basa en un ensayo de Okryen Seung
llevado a cabo sobre la psicopedagog韆 del
cuento. Seung considera que los cuentos son
particularmente adecuados para la mentalidad
infantil, tanto por lo que se refiere a los
temas tratados por ellos como por los
dispositivos formales que los caracterizan.
Los contenidos t韕icos del cuento reflejan de cerca los
intereses del ni駉: a menudo, los cuentos se
ocupan del abandono de los hijos por parte de
los padres o de la ruptura del v韓culo materno,
temas en los que el ni駉 peque駉 presta mucha
atenci髇. En cuanto a los contenidos m醩
espec韋icamente maravillosos, Seung se detiene
en algunos rasgos caracter韘ticos de la
mentalidad infantil ―como el egocentrismo, el realismo
y el animismo― que hacen al ni駉
particularmente receptivo con el mundo encantado
del cuento.
La incapacidad de distinguir entre el yo y el mundo
exterior (egocentrismo) y la consiguiente
certidumbre de que todo elemento del mundo est? dotado de voluntad propia (animismo) acercan la
mentalidad infantil al pensamiento m醙ico. Por
este motivo, el ni駉 no debe realizar grandes
esfuerzos para concebir un mundo en el que los
animales hablen: lo que en el caso del lector
adulto requiere una 搗oluntaria suspensi髇 de
la incredulidad?al ni駉 le resulta natural.
Es probable que, a partir de una cierta edad,
tambi閚 el ni駉 sepa que en el mundo real los
animales no hablan. Pero para 閘, las fronteras
entre el mundo de la experiencia cotidiana y el
del cuento no son tan r韌idas como para en
adulto. Esta fluidez de las fronteras favorece
el continuo paso de una dimensi髇 a otra, paso
que a menudo asume la forma de la
experimentaci髇 l鷇ica. Esto resulta evidente
para cualquiera que haya observado el proceso
del juego infantil.
El animismo de los ni駉s encuentra, pues, un terreno muy
f閞til en el cuento, que est?poblado de
animales y de objetos dotados de personalidad
reconociblemente humana. Pero, adem醩 de
reflejar el animismo infantil, la presencia de
bestias que hablan en los cuentos refleja la
importancia que tienen los animales en el
imaginario infantil y la facilidad con que el
ni駉 se identifica con ellos.
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Bruno
Bettelheim (1903-1990) |
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Pasando a los dispositivos formales caracter韘ticos del
g閚ero cuent韘tico antes delineados, Seung se
propone comparar las caracter韘ticas del estilo
oral, t韕ico del cuento, con la psicolog韆 del
ni駉. Vistos desde esta perspectiva, algunos
rasgos estil韘ticos salientes, como el uso de
f髍mulas y
de repeticiones y el ritmo binario o ternario,
pueden remitirse a las exigencias precisas del
destinatario infantil. La estructura enumerativa
permite que el destinatario encuentre un
armaz髇 constante y reconocible en el texto, lo
cual le da una sensaci髇 consoladora de
familiaridad que lo tranquiliza. El ni駉 que
ama el orden, la medida y la coherencia,
advierte, de manera particularmente acentuada,
esta exigencia. Las repeticiones y las
estructuras constantes satisfacen su gusto por
la estabilidad y lo ayudan en el proceso de
memorizaci髇 del texto.
Otras caracter韘ticas, como la extremada simplificaci髇
de las relaciones internas, la ausencia de
descripciones exhaustivas de corte realista y la
exteriorizaci髇 del conflicto, hoy apuntan
todas al ni駉 como destinatario privilegiado
del cuento.
Conclusi髇
Como hemos estado viendo a lo largo de esta breve
reflexi髇, el destinatario por antonomasia del
cuento es el p鷅lico infantil. Sin embargo,
muchos escritores no est醤 de acuerdo con esta
afirmaci髇, y, como ejemplo m醩 claro, tenemos
a Tolkien, del que ya hemos hablado. Con esto,
no estamos diciendo que el adulto no pueda
disfrutar con la lectura de los cuentos; al
contrario, se ha demostrado que el hecho de que
un adulto relea uno de los cuentos que ya hab韆
le韉o en su etapa infantil, estimula m鷏tiples
niveles de lectura; el cuento se presta a ser
interpretado de manera distinta por el mismo
individuo en fases sucesivas de su vida, con lo
que se da cuenta de su propia evoluci髇
psicol骻ica, lo cual resulta algo muy positivo.