N.? 40

MAYO 2005

10

  

  
  

Lo que ocurri?a dos ricos arruinados

Jes鷖 Ignacio Molina Mart韓

  

  

玃or pobreza nunca desmay閕s,

pues otros m醩 pobres que vosotros ver閕s.?/i>

POPULAR

  

  

A

qu閘 fue uno de esos d韆s en los que desear韆s no haberte levantado. Seguramente sabes de lo que te hablo. En realidad, todos tenemos d韆s de esos que acaban con tu autoestima y que te hacen sentir el hombre m醩 desdichado del universo.

  
     

El comienzo de aquella ma馻na de febrero no pudo ser peor. En lugar de despertarme con el mon髏ono sonido de mi reloj, mis sue駉s fueron interrumpidos prematura- mente por el zumbido estridente y seco del tel閒ono.

  

El comienzo de aquella ma馻na de febrero no pudo ser peor. En lugar de despertarme con el mon髏ono sonido de mi reloj, mis sue駉s fueron interrumpidos prematuramente por el zumbido estridente y seco del tel閒ono. Recuerdo que sal?de la cama maldiciendo al inventor de ese artefacto diab髄ico. Despu閟 de colgar el auricular, la situaci髇 no mejor?demasiado. Era el mec醤ico, que llamaba para darme la feliz noticia de que mi coche ya no permit韆 m醩 remiendos baratos. En esta ocasi髇, el coste de la reparaci髇 ascend韆 a una cantidad astron髆ica, o, al menos, as?lo parec韆 para la precaria econom韆 de un estudiante como yo. Como puedes imaginar, mis maldiciones se trasladaron en ese momento hacia el gremio de la mec醤ica y, concretamente, hacia aquel se駉r de azul y su descendencia.

Tras aquel estado de nerviosismo inicial, decid? tomarme las cosas con calma. Lo mejor era no pensar m醩 en aquello durante el resto del d韆. Sin embargo, me result?bastante dif韈il no retomar el tema despu閟 de una hora de paciente espera en la parada de autob鷖 hacia la Facultad, o durante aquellos cuarenta y cinco minutos de trayecto con sus empujones, frenazos y pisotones. Mis blasfemias despu閟 de esta traves韆 estaban dirigidas a aquel caballero de sonrisa amable que aparec韆 en aquel letrero del autob鷖 bajo el pomposo t韙ulo de 揜esponsable de Calidad de E.M.T.?/span>

Una vez llegado a mi destino, y ya de camino hacia el aula, me encontr?con varios compa馿ros. Precisamente uno de ellos, Antonio, me dijo que esa misma ma馻na hab韆n publicado las notas de lo que nosotros conocemos bajo el nombre de 揅onocimiento del Miedo?

Ante la pregunta Te has fijado en mi nota?? Antonio se mostraba esquivo. Empec?a temerme lo peor. R醦idamente sub?al despacho del profesor y confirm?mis sospechas. Junto a mi nombre, aparec韆 mi condena: Suspenso.

No me hubiera importado tanto, a no ser porque aquella nota me imped韆 recibir la beca para continuar estudiando, y, lo que es peor para m? pagar la reparaci髇 del coche. No pod韆 hacerme a la idea de seguir usando el transporte p鷅lico.

El resto de esa ma馻na la pas?deambulando de mal humor por los pasillos y acord醤dome de aquel individuo que firmaba el acta de calificaciones. Pens?que las cosas ya no pod韆n empeorar, pero me equivocaba.

Con frecuencia, acabamos pagando nuestros malos d韆s con los que m醩 queremos y eso es justamente lo que me ocurri?a m? Antes de salir de la Facultad, Elvira, mi novia, me llam?al m髒il para pasar a recogerme. La verdad es que yo la atend?de muy mala gana, quiz醩 fue este el motivo por el que comenzamos a discutir. A esto hay que a馻dirle el hecho de que nuestra relaci髇 no pasaba por el mejor momento, y, por esta raz髇, llegu?a pensar que lo nuestro hab韆 llegado a su fin. Recuerdo que sus 鷏timas palabras antes de colgar fueron: 玀e parece que nos tenemos que tomar un tiempo para reflexionar? A estas alturas, todos sabemos lo que esto quiere decir.

El camino de vuelta de la Facultad fue igual que el de ida, aunque ya no me apetec韆 ni maldecir, ni blasfemar, ni acordarme de nadie. Estaba abatido. Este fue el estado en el que llegu?a mi casa. Recuerdo que cuando entr?por la puerta, mi abuelo ya estaba all?sentado en su sill髇. Entre sus manos sosten韆 el peri骴ico de la ma馻na.

Deb韆 de llevar yo muy mala cara porque tambi閚 recuerdo que sus primeras palabras fueron:

―縌u?..? 縐n mal d韆, no?

Como respuesta, le cont?todas las desdichas que el d韆 me hab韆 guardado y, por 鷏timo, recuerdo que le dije:

―Estoy seguro de que soy el ser m醩 desgraciado del mundo.

Mi abuelo esboz?una sonrisa, me pellizc?la mejilla y respondi?

―D閖ame que te cuente una historia que, a buen seguro, te va a ayudar a superar esta mala racha.

De esta manera, me sent?en el sof?que hab韆 junto a su sill髇, y continu?as?

―Hab韆 dos hombres que eran muy ricos, pero quiso la mala fortuna que se arruinasen. Uno de ellos lleg?a tal extremo de pobreza que no le qued?dinero para comprar algo con que saciar su hambre. A pesar de que se esforz?mucho por buscar cualquier cosa que llevarse a la boca, no pudo encontrar m醩 que una escudilla de altramuces. Al recordar cu醤 rico hab韆 sido y verse ahora que, por hambre y necesidad, hab韆 de comer altramuces, que son tan amargos y tienen tan mal sabor, comenz?a llorar desconsoladamente, pero, obligado por el hambre, comenz?a comerlos, y, mientras los com韆 entre sollozos, iba tirando hacia atr醩 las c醩caras.

En medio de este pesar y esta aflicci髇, se dio cuenta de que hab韆 otra persona detr醩 de 閘 y, al volver la cara, vio a un hombre que estaba comiendo las c醩caras de altramuces que 閘 iba tirando al suelo.

Cuando el de los altramuces vio aquello, le pregunt?por qu?com韆 las c醩caras y 閟te le respondi?que, aunque hab韆 sido bastante m醩 rico que 閘, era tanta su pobreza y ten韆 tanta hambre que se alegraba mucho cuando hallaba aquellas c醩caras que 閘 tiraba. Al o韗 esto el que com韆 los altramuces, se consol? pues comprendi?que hab韆 otro que, aun habiendo sido m醩 rico, se hallaba ahora en peores circunstancias y no se quejaba.

Con este consuelo, pens?la manera como salir de la pobreza, se esforz?mucho y logr?salir de ella con la ayuda de Dios, y todo le fue muy bien en adelante.

A este cuento, mi abuelo le a馻di?unas palabras que recordar?siempre:

―Todos pasamos por malas rachas, lo cual es normal porque vivimos en un mundo muy complicado; sin embargo, nunca maldigas tu suerte. Piensa que en el mundo existen muchas personas que tienen problemas muchos m醩 graves que los tuyos. En lugar de lamentarte, saca lo mejor de ti y apl韈alo, y ten por seguro que saldr醩 airoso de cualquier problema que se te pueda plantear.

Aquellas palabras me hicieron reflexionar y, en seguida, entend?c髆o superar lo que me hab韆 ocasionado el mal d韆. Lo primero que hice fue regalar un ramo de flores a Elvira y disculparme por mi actitud. La relaci髇 nos fue muy bien desde entonces y, de hecho, en la actualidad estamos comprometidos. En relaci髇 con el examen, procur?estudiar con m醩 tes髇 y no tuve problemas para aprobar la recuperaci髇 posterior y obtener los cr閐itos necesarios para obtener la beca y pagar la reparaci髇 del coche.

Si hoy escribo esto es porque ya hace cinco a駉s que mi abuelo dej?este mundo. Siempre lo recordar? como una persona sabia. 蒷 siempre encontraba la palabra adecuada y un gesto de complicidad para los momentos m醩 dif韈iles.

  

  

  

  

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Jes鷖 Ignacio Molina Mart韓 (M醠aga, 1983) es diplomado en Maestro en Lengua Extranjera, secci髇 Ingl閟, por la Universidad de M醠aga, en cuya Facultad de Ciencias de la Educaci髇 ha cursado los estudios.

  

  

GIBRALFARO. Revista de Creaci髇 Literaria y Humanidades. A駉 V. N鷐ero 40. Mayo 2006. Director: Jos? Antonio Molero Benavides. ISSN 1696-9294. Copyright ?2006 Jes鷖 Ignacio Molina Mart韓. Reservados todos los derechos ?2002-2006 EdiJambia & Departamento de Did醕tica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educaci髇. Bulevar Louis Pasteur, s/n. Campus de Teatinos. Universidad de M醠aga. 29071 M醠aga (Espa馻).

  

  

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